Aterrizé de Las Vegas, directo de WPPI 2025, y al instante me sumergí en una de las bodas más emotivas que he fotografiado este año. La celebración de Lorraine y Luis en Hacienda Karina no solo fue hermosa, también se sintió como regresar a casa.

Era mi primera boda en Hacienda Karina, y desde que llegué me encantó la belleza natural del lugar: palmas altísimas, vegetación exuberante, y un salón amplio que ofrecía el equilibrio perfecto entre elegancia y calidez caribeña.

Pero lo que realmente hizo este día especial fue la pareja.

Comenzando el día en Aguadilla: alegría tranquila y una perrita con vestidito

Iniciamos la cobertura en un Airbnb en Aguadilla, donde Lorraine se preparaba rodeada de sus seres queridos—y una invitada muy especial, su perrita, quien también estaba vestida para la ocasión. Ese momento de ternura, Lorraine en bata, acurrucando a su compañerita peluda, fue la forma perfecta de comenzar el día.

Su mamá la ayudó a colocarse el vestido, y antes de salir, tomamos unas fotos preciosas junto a la ventana, llenas de luz, emoción y cariño.

Mientras tanto, Luis ya estaba en Hacienda Karina, sereno, vestido con un elegante tuxedo y disfrutando de un whisky bajo las palmas. Lorraine me había confesado que a Luis no le encantaban las fotos, pero sinceramente, no se le notó. Estuvo presente y encantador en cada momento.

Ceremonia emotiva en los jardines de Hacienda Karina

El espacio de ceremonia en Hacienda Karina se encuentra entre árboles altos y colinas verdes, con una vista que alcanza hasta el mar. Los invitados fueron recibidos con un detalle muy especial: cocos frescos con agua (o con whisky, para los valientes), servidos por La Nieta. Un toque divertido y auténtico que marcó desde el principio el espíritu del día.

Lorraine caminó hacia el altar junto a su mamá, con un ramo delicado en tonos durazno y marfil. La ceremonia estuvo llena de risas, gracias a las ocurrencias de Luis, y de momentos conmovedores entre dos familias unidas por el amor.

Cuando explotaron los cañones de confetti tras el primer beso, fue el cierre perfecto para una ceremonia que combinó emoción y alegría con mucha naturalidad.

Fotos al atardecer y una fiesta inolvidable en Hacienda Karina

Luego de las fotos familiares en la misma área de la ceremonia—organizadas y eficientes para no perder la luz—nos movimos a los alrededores de la hacienda para capturar los retratos de pareja. El atardecer en Hacienda Karina es pura magia: caminamos entre árboles y espacios abiertos, capturando besos, vueltas, abrazos suaves y carcajadas. Lorraine y Luis decían que no se sentían “naturales en fotos,” pero lo hicieron espectacular.

El salón de recepción estaba bellamente decorado con centros de mesa altos, flores en tonos suaves, y una iluminación cálida a base de velas que le daba un aire íntimo y acogedor.

Me tomé un momento para capturar todos esos detalles antes de que llegaran los invitados—una de mis partes favoritas de cada boda.

Y de ahí en adelante, la noche despegó. Música en vivo, buena comida, baile, piña coladas y esa energía especial que solo surge cuando todos los presentes están realmente ahí para celebrar. Hasta la mesa de postres tenía swing.

Una celebración que se sintió como en familia

Conocí a Lorraine a través de su hermana Brigitte, cuya boda con mi amigo Julian también tuve el placer de fotografiar hace casi una década. Volver a compartir con esta familia fue como reencontrarme con primos lejanos en una fiesta familiar. Todo se sintió acogedor, fluido y lleno de amor.

Fue uno de esos días en que el tiempo desaparece porque estás totalmente presente. Y si eso no define una boda perfecta… no sé qué lo hace.

Con cariño,

Cami